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Jóvenes del Alto Tajo recuperan el territorio, la naturaleza, la cultura y la convivencia

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Lourdes Uquillas

Redacción Medioambiente.- Recuperar chozones utilizados por los ganaderos en el Alto Tajo o árboles singulares como sabinas u olmos, son dos de los proyectos de la Asociación Micorriza, que trabaja para la recuperación del patrimonio natural y cultural con el objetivo de fomentar la repoblación y convivencia en zonas rurales y generar colaboraciones y sinergias entre diversas entidades.

Jóvenes, naturaleza, cultura y convivencia en el Alto Tajo

La Asociación de carácter socio-ambiental, sin ánimo de lucro, nació en 2013 de la mano de jóvenes con alguna relación con el territorio por haber vivido con sus familias en las diferentes localidades del Alto Tajo o ser de segunda o tercera generación que decidieron volver a apostar por una de las zonas más despobladas en España, explica el presidenta de Micorriza, Ossian de Leyva Briongos.

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El presidente de la Asociación Micorriza, Ossian de Leyva Briongos (d), junto a Basilio Rodríguez (iz) de Rewilding España delante de un chozón, en la localidad manchega de Escalera. EFE/Lourdes Uquillas

De Leyva Briongos habla con un grupo de periodistas que visitan la zona gracias a Rewilding España y Nuestros Espacios Protegidos que conjuntamente con la Asociación Micorriza y otras entidades trabajan por dar a conocer las comarcas de los parques naturales del Alto Tajo y el de la Serranía de Cuenca, fomentando la recuperación de la cultura local, el turismo responsable y actividades que permitan el desarrollo sostenible.

En un paraje en la localidad de Escalera, el presidente de Micorriza, palabra de origen griego que significa la simbiosis entre los hongos y las raíces de las plantas, señala que hace unos años y gracias a la colaboración y saberes de Amado, un vecino que entonces tenía 90 años, lograron restaurar chozones que se utilizaban para albergar el ganado en esta zona especialmente fría, que fueron abandonados al cesar la actividad ganadera.

Recuperación de chozones

Explica que los chozones eran construidos alrededor de un árbol de sabina -a veces una encina- centenarios como eje principal, alrededor del cual se colocaban en forma circular y a cierta distancia del mismo una serie de piedras calizas -característica de la zona- como base y sobre la que se apoyaban en forma longitudinal troncos de la misma especie para ir tejiendo el tejado.

 

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Chozón restaurado, construcción utilizada para guardar y proteger al ganado en las comarcas del Alto Tajo. EFE/Lourdes Uquillas

 

De camino al lugar donde se encuentra uno de los chozones, De Leyva Briongos muestra una sabina, un árbol de madera muy dura por su lento crecimiento, y que está incluido en la guía de árboles singulares que ha elaborado Micorriza junto con la Diputación de Guadalajara, para abogar por «el respeto» a estos monumentos naturales.

La recuperación de una parte de este tipo de construcciones «únicas» -hay aproximadamente 500 en la comarca- es para atraer el turismo sostenible, dice, pero también para que la población local «recupere su orgullo, relacionando con la ganadería, que es la actividad que ha modelado el paisaje».

En algunos de los chozones que estaban menos deteriorados solo se ha cambiado el tejado construido con ramas de sabinas (Juniperus), es decir «rebardar» con el tejido vegetal; mientras en los más dañados se ha realizado la restauración desde la base, recolocando las piedras, trabajos en los que han intervenido voluntarios, personas en riesgo de exclusión social y vecinos de la comarca, con la ayuda de algunas empresas.

Todos los elementos que se utilizan «son locales y del entorno», sostiene, que se han mantenido al igual que la forma de las construcciones «gracias a las instrucciones y saberes obtenidos de las conversaciones mantenidas con las personas mayores» que aún viven.

Unir naturaleza y ser humano

«En diez años hemos hecho muchas cosas», asegura y explica que Micorriza tiene que ver con la «filosofía de mezclar el ser humano con la naturaleza» y a la hora de afrontar los proyectos «tanto con entidades como asociaciones, empresas o administración y personas voluntarias».

Ejemplar de sabina (Juniperus), uno de los árboles singulares y protegidos en el Alto Tajo. EFE/Lourdes Uquillas

 

Los cuatro objetivos principales de Micorriza, apunta, son abarcan la restauración de espacios degradados, fomentar la educación ambiental, promover la responsabilidad social corporativa (actualmente los valores medioambientales, de gobernanza y sociales, ESG por sus siglas en inglés), y conservar los espacios mediante la custodia del territorio.

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Asimismo, dice, fomentar el diálogo intergeneracional, con el objetivo de rescatar valores culturales, tradiciones, usos y costumbres que se van perdiendo en la comarca y el desarrollo de servicios ambientales para mejorar la vida de los vecinos.

Llevan en su ADN la recuperación del patrimonio cultural tanto el oral como el escrito, que «se transmite a través de las personas mayores», así como todo el patrimonio medioambiental «que no se ha puesto en valor».

Construir a nivel local

«La ecología y los paisajes son dinámicos, no son una cosa estática», subraya y explica que es el planteamiento que hacen tanto a las personas de la Asociación como de las administraciones con las que trabajan, porque pretenden «construir a nivel local, ya que en este ámbito local también influyen las ciudades y el cambio climático».

Una línea que «siempre hemos llevado es el de los árboles singulares, como patrimonio único que tenemos y que conecta con lo más antiguo de nosotros», subraya De Leyva Briongos, y añade que otro proyecto es la «recuperación de puntos de agua y manantiales, muchos de los cuales se han perdido por el cambio de uso del suelo».

Explica que tener «buenos servicios, con buena conexión de internet, sumado a valores de un patrimonio ambiental y cultural bien conservado, junto al geológico», permitiría a la zona estar mejor posicionada frente a otros lugares que no los tengan, y que facilitaría que las personas se animen a volver al territorio», concluye el joven presidente de la Asociación Micorriza que cuenta actualmente con cerca de ochenta socios, pero pretende seguir sumando personas que apoyen sus iniciativas.

Hay «muchas ideas y áreas de trabajo por las que apostar», como una gestión forestal o la cinegética «que sean diferentes», pero también por la ganadería extensiva que está «en franco retroceso», sostiene, y concluye que aunque la vida rural «no es idílica», esta zona «bastante olvidada en el Sistema Ibérico tiene una calidad de vida, cultural y ambiental muy alta». EFEverde

 

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