Se sobrecalentó la transfrontera del norte de Israel con el sur del Líbano. Se habla sin rubor de una inminente invasión del ejército israelí para pulverizar a la guerrilla chiíta Hezbollah cuando los multimedia cercanos a Biden no ocultan el apoyo irrestricto de Estados Unidos al operativo ( [1].
En la entrevista del juez [italiano] Napolitano al coronel retirado estadounidense Douglas MacGregor –de 77 años y asesor del Pentágono bajo la administración Trump–, este último expuso la viabilidad de un ataque de Israel contra el Hezbollah libanés y, en el minuto 19:03 de la entrevista, sentenció en forma ominosa «no excluir la posibilidad de que Israel usaría armas nucleares tácticas contra el Hezbollah» [2].
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Tal parece que le van a cumplir sus deseos nucleares tanto a varios políticos [israelíes] [3] y rabinos [4] y como también al pugnaz senador republicano estadounidense Lindsey Graham [5], quien sugirió que Israel use sus armas nucleares como lo hizo Estados Unidos en Hiroshima y Nagasaki [6] para recuperar su “deterrence” (o sea, su disuasión) [7].
El coronel estadounidense Douglas MacGregor estuvo de acuerdo con el temerario aserto del “mediador” de Biden, el jázaro Amos Hochstein, de 51 años [8] –de doble nacionalidad estadounidense-israelí, nacido en Israel y habiendo servido en el ejército hebreo–, quien «advirtió a los funcionarios libaneses que si el Hezbollah no cesa sus casi cotidianos ataques en el norte, Israel podría lanzar un ataque limitado (¡mega-sic!) con el apoyo de Estados Unidos [9]”.
El coronel MacGregor comentó que la invasión israelí «coincide con la llegada del 23 al 25 de junio del grupo de ataque de un portaviones de Estados Unidos». Afirmó que Estados Unidos apoyaría a Israel con sus satélites, aviones, misiles, fuerza naval y todo su sistema de vigilancia y reconocimiento con intercambio de datos.
También aseguró que el Hezbollah contaría con un apoyo similar de Irán y que en caso de un ataque de Estados Unidos contra Irán, entonces Rusia y China no abandonarían a la teocracia chiita.
Esto ya es archisabido cuando desde el inicio de la guerra de Israel contra el Hamas emitimos la hipótesis de que lo que Netanyahu busca en realidad es que Estados Unidos destruya Irán [10].
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El coronel MacGregor vislumbra que la situación en el Medio Oriente es mucho más peligrosa que la de Ucrania: desde el cierre del estrecho de Ormuz –que dispararía los precios del barril del petróleo– hasta la explosividad doméstica en Egipto y Turquía, cuyas poblaciones no toleran el genocidio en Gaza.
El coronel MacGregor confirmó que Pakistán –que posee 170 bombas nucleares [11]– ofreció poner su arsenal a disposición de Turquía –se trata de dos potencias regionales sunnitas de primer orden– para reequilibrar disuasión con Israel.
A propósito, las publicaciones “occidentales” subreportan el número real de las bombas clandestinas nucleares de Israel y dependiendo de las proclividades las sitúan entre 90 y 400 (¡megasic!). A mi juicio, es más correcta la cifra de 400 bombas nucleares dado que el ex presidente James Carter comentó hace mucho que Israel poseía más de 300 (sic) [12].
Por su parte, la misión diplomática de Irán en la ONU «previno a Israel de las consecuencias de librar una guerra total contra el grupo de resistencia Hezbollah en el Líbano» y aseveró que «Israel sería el gran perdedor» [13].
El secretario general del Hezbollah, Hassan Nasrallah, advirtió que ante una invasión israelí los hombres de la resistencia libanesa «combatirían sin reglas y sin límites» y amenazó a la parte griega de Chipre de incluirla en la guerra, si Israel sigue usando sus aeropuertos y sus bases con propósitos militares [14].
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Cada vez que los dos jázaros Antony Blinken (con 8 visitas), secretario de Estado, y Amos Hochstein (con 4 visitas) acuden a “apaciguar” tanto la guerra en Gaza como la intensificación de los ataques transfronterizos entre el Hezbollah e Israel, ambas delicadas situaciones empeoran.