“Cuando era joven mi papá me regaló una motosierra y yo me sentía un varón tumbando el monte. El orgullo de mi papá era enseñarme eso. Pero yo ahora le digo a mi hijo: ‘usted no hará lo que yo hice, usted va a agarrar la pala y a sembrar el arbolito. Usted reparará el daño que causé’”, reflexiona Gerardo Patiño, mientras señala el bosque que tiene al frente y que hace parte de su finca Los Guayabales, de la vereda La Primavera, en el municipio de Cartagena del Chairá, Caquetá. Llueve a cántaros a finales de febrero y Patiño celebra el aguacero, confía en el poder del agua para hacer crecer los árboles que sembró en su finca en el 2022. La sequía, que cada año se alarga un poco más, por fin da tregua. Gerardo Patiño pasó de tumbar ‘“montaña”, como le dicen al bosque en este territorio, a reforestar con árboles maderables y frutales. Su finca es una de las 36 en la zona del Bajo Caguán —que ocupan casi 3 500 hectáreas— y de las 500 que hay en todo el departamento de Caquetá, que han hecho acuerdos de conservación y se han comprometido a no volver a talar. “Dicen que los animales son dañinos y no, los dañinos somos nosotros. Tumbamos el lugar donde viven los animales, los dejamos sin los árboles que les dan la comida y luego nos enojamos porque hacen daños”, comenta Patiño y señala un pequeño cultivo de caña que tiene…This article was originally published on Mongabay
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